lunes, 26 de octubre de 2009

A propósito de una partida

Grupo de Danza del Recinto
De izquierda a derecha: Maxihelinés Franco, Idelfi Esther Pérez, Rosa Febles, Ana Francina Hernández, Michelle Bergés, Carol E. Germán y Alba Paloma Campo. Esta foto fue tomada el 11 de abril de 2008, antes de la última función en que participaron las chicas cuyos nombres se resaltan en negritas.


Por Jochi Muñoz
Hoy, 13 de septiembre de 2008, un dejo de tristeza se empecina en embargarme, mas me resisto a ello. Es que tres estudiantes queridas, con las que compartí, prácticamente, durante todos sus años de estudios, emprenden por su cuenta un nuevo derrotero. Y es que la vida es así: hecha de encuentros y desencuentros.

Tres personas, mejor dicho, cuatro (contándome) que tuvimos que contemporizar para lograr lo mejor de nuestras relaciones. Actitudes, caracteres, susceptibilidades..., fueron precisos amoldarlos si queríamos llegar a feliz puerto. Y no llegamos. No llegamos, precisamente, porque en realidad la meta no era llegar, sino, intentar hacerlo. Cada sesión de entrenamiento se constituyo en un eslabón de una larga cadena intentos. Estos no siempre fueron satisfactorios, ya que muchas veces lo que dábamos eran pasos hacia atrás (por llamarlo de alguna forma). Pero nos sujetábamos a la tabla de la esperanza (= a trabajo) para superar la recaída y tomar las riendas, para continuar con nuestros constantes intentos.

Maxihelinés Franco, Idelfi E. Pérez y Rosa Febles se reciben hoy, 13 de septiembre, como licenciadas en Administración Hotelera, por lo que emprenden ese nuevo derrotero al que me referí. Se inicia una nueva etapa en sus vidas, por lo que infortunadamente (o afortunadamente), tienen que dejar el Grupo de Danza del Recinto, del que formaron parte durante cuatro años.

Me pregunto si ellas serán conscientes de los logros obtenidos tras tantos intentos durante su permanencia en la agrupación; si podrán transferir a sus respectivos nuevos puestos de trabajos, las habilidades desarrolladas en el grupo. No me refiero a las habilidades técnicas de la danza, sino, a esas otras, sin dudas más importantes: la de reconocer sus potencialidades y sus limitaciones, manejando ambas con paciencia, para poder, así, dedicarse con entrega y pasión a lo que en lo futuro harán.

En fin, que se van, como tantísimos otros a lo largo de estos 16 años de vida de la agrupación. Que se van, pero se quedan, ya que dejan partes de sí, albergadas en los corazones de los que aún permanecemos.


Jochi Muñoz
Coordinador de Danza
Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra
Recinto Santo Tomás de Aquino

Santo Domingo, Rep. Dominicana

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