sábado, 22 de mayo de 2010

El juego como medio para crear una segunda realidad


A los participantes del Diplomado en Estudios de Performance, impartido por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), bajo la coordinación de la Dra. Maja Horn, en 2006, se nos pidió que eligiéramos un ritual o un juego en que hubiésemos participado, y lo analizáramos bajo los aspectos discutidos en el texto: Schechener, Richard, “Ritual”, Performance Studies. An Introduction, New York: Routledge, 2002. Deseo compartir el reporte que escribiera en esa ocasión.

El juego como medio para crear una segunda realidad
Por Jochi Muñoz

En todo juego se han de seguir las reglas específicas del mismo (digamos que estas constituyen el ritual), las que han de ser asimiladas y puestas en prácticas por los jugadores para que la actividad pueda llevarse a cabo.

Según el texto de Schechner, los rituales y el juego llevan a las personas a una segunda realidad, separada de la vida normal, en la que pueden llegar a ser, o comportarse, de modo diferente a como lo harían cotidianamente. En el presente reporte deseamos referirnos a un juego de mesa que, por su capacidad de desencadenar en los participantes toda una gama de actitudes y comportamiento que los alejan de su manera habitual de ser, creemos digno de comentar. Nos referimos al Risk.

El mencionado juego consta de un tablero en que está dibujado el mapamundi, fichas y un par de dados. Lo pueden jugar de dos personas en adelante (creo que hasta seis u ocho; no lo recuerdo con exactitud ya que hace, aproximadamente, 20 años que no lo practico), y la tarea consiste en ir ocupando territorios, teniendo como meta final ser el dueños del mundo, para lo que es necesario ir aplastando a los demás jugadores e ir restándoles territorios. ¿Bonito, eh?

Por espacio de un año, más o menos, un grupo de amigos nos reuníamos todos los domingos para jugarlo, y la verdad es que el nivel de agresividad y frustración que se desencadenaba era algo ajeno a nuestro modo habitual de relacionarnos. Podemos hablar aquí del comportamiento restaurado. La variedad de acciones corporales y verbales a que recurríamos era la reproducción de lo visto o leído sobre la guerra, los abusos, la dominación…

Tras concluir la sesión del día, el mood (permítaseme el término) en que estábamos envuelto persistía por varias horas, incluso, en ocasiones, duraba hasta el día siguiente. El juego en cuestión lograba modificar temporalmente nuestra conducta.

Si analizamos el Risk a la luz de las tres fases que tiene toda acción ritual, según Arnold van Gennep: la pre-liminal, la liminal y la pos-liminal, vemos que en la central (la liminal), cuyo trabajo es doble, tenemos: 1) que los participantes son reducidos a un estado de vulnerabilidad para que puedan entrar en un proceso de cambio: todos los jugadores éramos potenciales triunfadores o perdedores, y todos luchábamos por lograr ser los vencedores; por un momento, mientras no se lograba eso, estábamos sin poder ni identidad; y, 2) finalmente, los jugadores adquieren identidad y estatus: esto, en el Risk, según el número de territorios ganados en los combates. Había ocurrido el cambio. El sentimiento de superioridad y arrogancia con que era investido el ganador (y de sinsabor y frustración, en el caso de los derrotados) era equiparable a lo que ocurre en la “vida real”.

Un buen día tiramos el tablero y decidimos no jugar más.

5 comentarios:

  1. Mientras no sea el tablero de la güija, vamos bien, un saludo gracias por compartir

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  2. hola vengo de casa de Maica me gustó tu blog te sigo,saludos desde Uruguay.

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  3. Muy muy interesante, Muñoz. Gracias por este artículo!

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    1. ¡Grax, Ramia, por leer el texto y dejar tu comentario! Entra de vez en cuando al blog, para, así, mantenerlo vivo.

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